Trama y Fondo | |||||||||||||||||||||||||||
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Pablo Pérez López Universidad de Valladolid |
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Dar cuenta de la vida de alguien, ser capaz de evocarla, de relatarla, es un viejo desafío humano. La literatura ha recogido testimonios bien antiguos, pero es seguro que los ensayos orales lo eran todavía más. Las sagas, las viejas historias que fundamentan la vida de grupos y familias, que se recitaban al amor de la lumbre y que constituían al grupo al contarle su historia, incluían siempre relatos sobre sus héroes. De alguna manera, el relato era imprescindible para reconocerlos como tales. En el mundo contemporáneo el cine ha tomado en buena medida el relevo de esos medios tan eficaces y populares de transmitir la historia. La gran pantalla es el camino por el que muchos han recibido la idea que tienen de cómo fue el pasado y cómo fueron sus gentes, y lo transmite no al modo de la historia académica, sino con la fuerza persuasiva de esos viejos relatos familiares, como ha apuntado Robert Rosenstone: El film tradicional nos explica la historia como una narración con un principio, un desarrollo y un final. Este relato lleva implícito un mensaje moral, por lo general optimista (…) la humanidad mejora y/o ha mejorado. El cine explica la historia mediante los avatares de individuos, hombres o mujeres (más frecuentemente los primeros), que son importantes o que han de serlo porque la cámara los ha escogido para que tengan esa dimensión en la pantalla.» (El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia, Barcelona, Ariel, 1997, p. 50) La historia que cuenta el cine tiene siempre protagonistas, no es nunca abstracta, no puede serlo, pero hay un caso en que esa circunstancia está todavía más subrayada: en el caso de las biografías. Los relatos de vidas en el cine, relativamente frecuentes como género, requieren un doble subrayado de la cuestión del protagonismo. Su tema es una historia con un protagonista que es, precisamente, el que hizo la historia, el que la hizo relevante. De ahí que al género biográfico en cine se le haya llamado con frecuencia “biopic”, con un barbarismo nacido del tono épico típico de las cintas de tema biográfico. Para acercarnos al tema de cómo el cine cuenta vidas hemos elegido una película de este género que está entre las mejores de la historia del cine, Lawrence of Arabia, de David Lean, que se ocupa de la vida de T. E. Lawrence (1888-1935). Hay un cambio en el nombre del protagonista que es ya significativo, de Lawrence a Lawrence de Arabia hay una distancia importante, que tiene que ver con los hechos que hicieron famoso a T. E. Lawrence y que son, precisamente, el asunto de la película, aunque no de toda, como veremos enseguida. La película tuvo éxito: ganó siete Oscar, incluido el de mejor película, en 1962, todo un récord de reconocimiento en su propio tiempo. |
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Thomas Edward Lawrence | |||||||||||||||||||||||||||
Thomas Edward Lawrence nació el 16 de agosto de 1888 y falleció el 19 de mayo de 1935 de resultas de un accidente de motocicleta que le dejó en coma. Su padre fue Thomas Robert Tighe Chapman. El apellido Chapman se perdió de resultas de la historia de este hombre, que abandonó a su esposa y sus hijas para convivir con la que fuera institutriz de éstas: Sarah Junner, hija de un tal Lawrence, que terminó por dar nombre a la pareja de la que nacieron Thomas y sus hermanos. Formado como historiador en Oxford, T. E. Lawrence se convirtió en un buen conocedor de la Antigüedad y la Edad Media y, de resultas de sus viajes y su gusto por la arqueología, en un buen conocedor del inglés, francés, alemán, latín, griego, árabe, turco y siríaco. En los años diez del siglo pasado participó en excavaciones en el actual Líbano y viajó por la región adquiriendo un detallado conocimiento geográfico de la península del Sinaí entre otros lugares. En 1914 comenzó a prestar servicios cartográficos al ejército británico con la actualización de la cartografía del desierto del Negev. Poco después de estallar la Gran Guerra (1914-1918), Lawrence se integró en el ejército en la unidad de servicios cartográficos en El Cairo, desde donde las fuerzas británicas vigilaban la evolución de los territorios controlados por los turcos otomanos, aliados de los Imperios Centrales. Allí recibió la misión de viajar a la península de Arabia para fomentar la insurrección árabe contra los turcos que los británicos veían como un modo de debilitar a sus enemigos. Lawrence y otros fueron los encargados de inocular el virus nacionalista en las venas políticas del mundo árabe en un tiempo de convulsiones. Y allí comenzó a forjarse la leyenda. Lawrence se convirtió en un asesor militar y político del Emir Feisal y el Sherif Hussein de la Meca, y consiguió logros inesperados con su actuación. Intervino no poco en ello su carácter y su capacidad de empatizar con los árabes, cuya lengua hablaba de forma fluida. El conflicto de la península arábiga era casi un sueño para los británicos: con un esfuerzo pequeño generaban un gran problema para los turcos, que deberían movilizar un contingente importante de tropas para contener un conflicto interno. La guerra en el desierto tenía, además otras ventajas: podía presentarse como un auxilio para la liberación de un pueblo oprimido (los árabes por los turcos), y ofrecía un escenario de combate más caballeroso y espectacular que los barrizales de Francia o Bélgica, donde miles de británicos, entre ellos dos hermanos de Lawrence, dieron sus vidas en una guerra más absurda que cruel, en escenarios poco a nada épicos de los que el público estaba, además, cansado. Los combates de Oriente Medio, por contraste, con sus partidas a caballo o en camellos, con sus atentados contra trenes, tenían algo de… cinematográfico. Esa fue justamente una clave de nuestra historia. Volveremos sobre ella. |
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El esquema de David Lean | |||||||||||||||||||||||||||
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Algunas precisiones más sobre el Lawrence real | |||||||||||||||||||||||||||
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La cuestión biográfica | |||||||||||||||||||||||||||
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La biografía según Lean y Bolt | |||||||||||||||||||||||||||
En primer lugar los límites del conocimiento biográfico. «Conocer bien» a alguien es una de las tareas más difíciles que nos podemos proponer, y conviene acercase a ella conscientes de esa dificultad, manifestando explícitamente que existe y que la tentemos en cuenta. Quizá la razón más importante para que esto sea así es la profundidad insondable de lo que pretendemos conocer: no podemos dar razón exhaustiva de alguien. El pensamiento humano ha tendido justamente a lo contrario, como ya advertían los griegos con la sentencia de la esfinge: «al que desvele el misterio, el misterio le matará». Pienso que debe entenderse con ese aforismo que quien pretenda haber desvelado hasta el fondo el misterio oculto en la realidad, y especialmente en los hombres, ha incurrido en un acto de arrogancia intelectual que le deja ciego para contemplar la riqueza que tiene delante. El racionalismo que podemos llamar fundamentalista, que se concibe y declara capaz de conocerlo todo y explicar cualquier cosa, hasta el final, está condenado. Al pretender que ha desvelado el misterio ha muerto como posibilidad de conocimiento. En el tema que nos ocupa, una forma grosera de matar el conocimiento de alguien sería tratar su vida como espectáculo, al modo Lowell, el periodista estrella. Bien se ve aquí que los llamados reality show no son un fenómeno reciente, al menos como concepto. Su formato ha variado, pero ese tipo de caricatura del conocimiento de alguien está siempre ante y entre nosotros. El problema, en efecto, es antiguo. En los tratados clásicos se distinguía la virtud de la studiositas, el afán de trabajar algo seriamente y de profundizar en ello, con esfuerzo, todo lo posible, con método y fijeza, al vicio de la curiositas, el afán inmoderado de conocer novedades, superficial, falto de atención y fijeza, poco o nada responsable. Tomar uno u otro camino para acercarse al conocimiento de alguien es cuestión fundamental y da frutos bien distintos. Por otra parte, la biografía entrelaza las vidas de su protagonista y de su autor. Los dos están implicados en la biografía casi a partes iguales. Ciertamente la vida es del protagonista, pero el relato es del autor, que es responsable por entero de él. Toda biografía es narración, no vida real, por más que consideremos que es tanto mejor cuanto más nos acerca a lo que la vida real fue. Pero debemos recordar que el conocimiento biográfico, que es un conocimiento real, no lo podemos confundir con la realidad por más que nos hable de ella más o menos fielmente. La responsabilidad que se contrae en el tratamiento de un tema así no es pequeña: no conocemos nada más valioso en la naturaleza que la vida humana. Tampoco nada más complejo. Atreverse a tratarla es un desafío intelectual lógico, hasta necesario en quienes se dedican a los estudios de humanidades, pero no puede ser abordado con ligereza. |
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T. E. Lawrence y el Lawrence de Lean | |||||||||||||||||||||||||||
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Por último, convendría decir algo sobre la relación entre nuestro personaje real y su interpretación en la pantalla a cargo de Peter O'Toole. ¿Es fiel a la figura de T. E. Lawrence el Lawrence de Arabia de David Lean y Robert Bolt? Según Jeremy Wilson, uno de los más reputados biógrafos de T. E. Lawrence hasta la fecha [Lawrence of Arabia or Smith in the Desert? (2006) www.telawrence.info/telawrenceinfo/legacy3/film/index.htm], la respuesta debe ser que no. Según Wilson la película «it is inexcusably and often pointlessly inaccurate». El biógrafo detalla 66 escenas del film que según él falsean hechos reales o son invenciones, y contradice las seis tesis principales del guión de Robert Bolt. En ese sentido parece que cabría concluir que la película es un buen relato biográfico, pero una mala biografía. Tenemos que volver a la pregunta planteada de forma tan pertinente «¿Le conocía usted bien?», y para responderla tenemos que remitirnos a los textos del propio Lawrence y a las obras de sus biógrafos más concienzudos, como Wilson (Lawrence de Arabia, Barcelona, Circe, 1993) o robert Graves (Lawrence y los árabes, Barcelona, Península, 2006), por ejemplo. De todos modos, conviene decir que hay diferencias en el grado de distorsión de una historia real: no es lo mismo lo que hizo Lowell Thomas que lo que hicieron Bolt y Lean. El relato de Lean sigue mereciendo que se le considere épico, aunque sea la vida de “Smith en el desierto”, como propone Wilson. Las razones de esa diferencia han quedado apuntadas ya y son una de las principales conclusiones de nuestro trabajo. Como última, parece conveniente destacar que la película de Lean contiene al menos dos elementos valiosos: su subrayado de la complejidad que entraña abordar el conocimiento de una persona, y el esquema narrativo que propone, colocando como pórtico de la narración la pregunta acerca del sentido. |
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Trama y Fondo | |||||||||||||||||||||||||||